Desde aquella vez en que conocí a Franco, mi vida tomo un giro y un sentido diferente a lo que yo estaba acostumbrado a ser. Bueno, en realidad, Franco cambió mi vida. Desde esa noche en que nos besamos y supimos que íbamos a estar juntos por mucho tiempo (en ese entonces, para siempre), empecé a conocer y explorar una faceta distinta de mi personalidad, el cariño, la ternura y la capacidad de amar a otro, mas que a mi mismo, me hizo valorizar al hombre que tenia al lado y darme cuenta de lo afortunado que era. Siempre me considere un hombre insensible, frió y controlador, aún siendo homosexual. Era un reprimido que no se permitía vivir, y este hombre, al que se lo debo todo, me enseñó lo que realmente significa la vida.

Durante las primeras semanas en las que estuvimos juntos, todo era bello, sin preocupaciones ni problemas que atender, me sentía el hombre más feliz, y más libre de la tierra. Nos juntábamos después de clases, en nuestro lugar de siempre, donde antes de decirnos hola, nos besábamos apasionadamente y desahogábamos todos nuestros deseos, mientras su lengua jugaba con la mía, mientras mis manos recorrían su afamado trasero dentro de ese pantalón y mientras su imaginación y la mía volaban lo mas alto posible. Como era de esperar, perdí mi virginidad con él y estoy muy feliz de haberlo hecho, creo que fue lo correcto. Recuerdo que fue una noche en que sus padres habían

viajado y no volverían dentro de una semana más. Él era hijo único y muy independiente, al igual que yo, así que su familia confiaba en él y no había problema. Bueno, esa noche estábamos viendo televisión cuando no podíamos dejar de mirarnos a cada rato, presentíamos que esa noche iba a ser "la noche" pero nadie decía nada, hasta que sentí el impulso de lanzarme contra él y empezar a besarlo y tocarlo, como si nunca lo hubiera hecho. Él apagó la tele y siguió el ejemplo. Sólo se sentía su respiración y la mía, que se mezclaban, se fundían y generaban una excitación cada vez mayor. Empezamos a sacarnos la ropa, quedamos desnudos el uno al otro, contemplándonos, recorriéndonos con la mirada todo rincón, que hasta el momento era desconocido. Su piel era blanca, tersa y bien ampiña, y yo la recorría entera. Besame!, tócame! quiero ser tuyo - me decía con tanta agitación, mientras yo lamía su cuello, su pecho, sus

muslos, sus nalgas - agarrame fuerte, siénteme, poséeme! - me gritaba mientras se humedecía en mis manos su cremoso trasero. Me tire al suelo y se subió arriba mío, mi cuerpo estaba pegajoso junto al de él, un hedor a

libido, a sexo emanaba desde mi ser. Mi cueva rústica de placer ardía en llamas, anhelaba ser descubierta, remecida, violada. En ese instante nos fusionamos y pasamos a ser un ente sexual, creador de todo erotismo vivo.

Amaneció y me lo encontré en mis brazos, como un niño en busca de amor, de protección, lo contemplé y supe que conmigo nada le iba a faltar. Después de aquel momento, ese lado desconocido para mi, mi sensibilidad, empezó a florecer, a formar parte de mi vida cotidiana, de mi juicio frente a todo lo que me ocurría y los sucesos que pasaban en mí y a mí alrededor. Mi vida había mejorado, me sentía mas maduro, más hombre, hasta que el destino me hizo elegir una de las decisiones más determinantes e influyentes de mi existencia. Recuerdo el día, era jueves, cuando me dirigí al centro porque debía pasar al supermercado y a otros lugares más. Al volver a mi casa me fui caminando para ahorrarme el dinero de la locomoción, cuando de repente, en medio del trayecto, me encuentro nada más ni nada menos que con Víctor. Quien es Víctor?, les explico. Víctor fue el amor "platónico" más grande de mi vida. Siempre imaginé que iba a pasar mi vida con el, obviamente antes de conocer a Franco. Lo conocí cuando cursé 2do medio, en ese tiempo el era mi profesor de matemáticas, más bien su reemplazante. Tenía 23 años, y yo 15, era medianamente alto, corpulento y musculoso, bellísimo y atractivo a más no poder. El asunto es que desde que lo conocí me enamore de él y el se sentía atraído por mi, pero todo quedó en nada, nunca nos acercamos y por consiguiente nunca nos dijimos una palabra mas allá de la relación profesor-alumno. Bueno, siguiendo con la historia, nos encontramos en un semáforo, él caminaba hacia la misma dirección que yo, así que nos pusimos a conversar de nuestras vidas. Era el mismo de siempre, su simpatía y ternura me recordaba al hombre del que me había enamorado. Conversamos un buen rato cuando repentinamente sonó mi celular solo una vez y paró. Me dijo - ahhhh! Con celular ahora! dame tu numero - se lo di y el me dio el suyo.

Caminamos unas cuadras más y nos despedimos. Desde esa conversación todo cambió. Fue como si hubiera encendido esa llama de nuevo. Pensaba que era una locura, si solo habían sido 20 minutos lo que estuvimos juntos, pero pensar en que todo podía renacer de nuevo, me dejaba tentado y perplejo. A Franco no le dije nada, porque él sabía de mi pasado, mis amores, y si le hubiera dicho que tenía el número de Víctor, me lo habría hecho borrar. Y yo me sorprendí de mi mismo, quería ese número, me obsesionaba y no lo iba a perder por nada, hasta lo escondí para que nadie se enterara de nada. Me sentía traicionero, sucio, infiel. Una gran parte de mi amaba a Franco, pero otra parte anhelaba el contacto con el pasado. Fue tanta la desesperación que lo veía en todas partes, en la cama cuando dormía, cuando sentía que Franco me abrazaba, me convencía que era él; cuando teníamos sexo, Franco desaparecía y con Víctor me encontraba, dándome placer, dándome todo lo que nunca me pudo dar, y yo, yo me dejaba poseer entero por él. Pasaron días infernales en que mi mente no dejaba de pensar y de analizar las cosas que podrían pasar, para estar preparado (o así lo creía yo). Llegué a la conclusión en que no podía dejar a Franco por una posibilidad, no podía desechar así como así el tiempo que estuve con él. Mi ingenuidad me hizo morderme la lengua, porque a los días de haber tomado esa decisión, me llama Víctor diciéndome que necesita hablar urgente conmigo. Partí a su encuentro lleno de dudas, las cuales se intensificaron más y más con el paso de los minutos. Cuando llegué, me lo encontré con una cara de nerviosismo y confusión evidente. Me saludó, y me di cuenta que estaba tiritando, caminamos un poquito y nos sentamos en una banca, entremedio de árboles y parque. Tengo que decirte algo - comenzó - y espero que me entiendas, yo se que sí.

Desde que hablamos he estado pensando en ti y en hartas cosas más. Veras, estuve pololeando con una mujer hasta unas semanas atrás pero terminé la relación porque sentí que no te podía dejar pasar de nuevo. No quiero perder la oportunidad - continuo - de poder estar contigo y no quiero arrepentirme de nuevo de no haberte dicho todo lo que sentía por ti, yo se que tu también sientes algo por mi y no me lo puedes negar, se te nota en tus ojitos y en tu hermosa mirada - no se equivocaba, en ese momento me tomó de las manos - , te quiero, te amo y esta vez no te voy a dejar escapar- y me dio el beso mas esperado y deseado de mi vida, sentir su respiración en mi cuello, sentir su suave boca buscando la mía, su suculenta lengua jugando en mi interior, su nariz rozando con la mía, su cuerpo pegado al mío, juntos, calientitos, armoniosos, enamorados. Nos separamos un momento y empecé a sentirme culpable, pensé en Franco y no pude más. Mi ser estaba completamente dividido en dos: Franco y Víctor. Y allí estaba yo, solo con mi decisión, el pasado renacentista con Víctor o lo construido con Franco ¿que se supone que debía hacer?, elegir y matar, escoger y desechar, asesinar una parte de mi alma, no podía ser todo tan drástico como si todo conspirara en contra mía, pero así lo era. Javier - me dijo Víctor - tienes algo que decirme? - y era o un "Yo No Puedo" o un "Yo también Te Amo". Me paré de mi asiento, me puse frente a él y le dije: Yo...

El Autor de este relato fué Javier , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=6900 (ahora offline)

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